En este día tan especial, mi alma canta una melodía de gratitud. Te pido, Señor, que continúes iluminando mi camino, que tu amor y sabiduría sean la brújula que guíe mis días.
En este día en que celebramos el inmenso regalo de tu misericordia, te pido especialmente por aquellos que se sienten perdidos, por los que sufren en soledad, por los marginados y olvidados.
Te pido especialmente por mi amada patria, México, y por todas las naciones del mundo, para que en estos tiempos de incertidumbre y desafío, encontremos la paz que solo tú puedes dar.
Recuerdo, Señor, cómo en esa última cena, compartiste el pan y el vino, símbolos de tu cuerpo y sangre, instituyendo la Eucaristía, ese sacramento de amor eterno que nos une a ti.
Extendemos nuestras oraciones a todos los seres queridos que nos han precedido en el camino al cielo, incluyendo a mi madre y a todos aquellos amigos y familiares que, desde su morada celestial, cuidan de nosotros.
TE AGRADECEMOS y con esperanza, miramos hacia el futuro, anhelando un México más justo, más pacífico, donde nuestros hijos y nietos puedan florecer en plenitud, seguros, libres y felices.
En este día domingo, que paso en compañía de mis seres queridos, te pido que sigas guiándonos por el camino del bien, fortaleciendo nuestros lazos y permitiéndonos ser luz para aquellos que nos rodean.
Te rogamos, Señor, que nos ayudes a redescubrir los valores, principios y objetivos que pueden guiarnos hacia una forma de vida que preserve nuestro mundo y fomente el respeto mutuo entre todos nosotros.
Te pido que la oración de este día se dedique al descanso del alma de Teresa, mi suegra y Feliciano, abuelito de mi esposa, que uno el martes de esta semana y la otra el miércoles, al día siguiente, dejaron este mundo, en un acto coincidente de tu designio y que pedimos y oramos, para que encuentren la paz en la eternidad
En un acto de divina coincidencia, mientras Don Feliciano era acompañado a su última morada en la tierra de Oaxaca, al mediodía del martes, en ese mismo instante sagrado, doña Teresa cerraba sus ojos a este mundo en la Ciudad de México.