La carta que no se envió

Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Psiquiatría revela que solo el 20% de las personas con depresión en México reciben tratamiento profesional, a pesar de que el 56% manifiesta síntomas severos.

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Hola…

Mi nombre es Román, aunque no sé si eso importe mucho. Escribo porque no sé de qué otra forma sacar lo que siento. A veces es como si el mundo hablara un idioma que no entiendo, y aunque trato de seguir el ritmo, siempre me quedo atrás. Me gustaría poder explicar por qué me siento así, pero las palabras se me atoran, como si estuvieran atrapadas en mi pecho.

A mi mamá
No sé si leas esto algún día, pero quiero que sepas algo: no fallaste. Tú siempre haces lo posible para que yo esté bien, aunque a veces no lo parece. Te veo preocupada por las cosas de la casa, por los pendientes del trabajo, por mí. Siempre por mí. Me duele que pienses que no soy feliz. Me duele verte cansada. Pero hay cosas que no puedo explicar, como este nudo en la garganta que no se va, aunque me abraces fuerte.

A papá
Sé que te cuesta entenderme, que a veces sientes que soy un extraño. Tú siempre has sido tan fuerte, tan seguro, y yo… yo soy lo opuesto. No sé cómo decirte que lo intento. Que me levanto todos los días con la esperanza de que algo sea diferente. Pero no siempre lo consigo. Me gustaría poder ser el hijo que esperabas, el que no tiene miedo, el que enfrenta las cosas sin dudar. Pero hay días en los que incluso levantarme es una batalla.

A mis amigos
¿Recuerdan la última vez que salimos al parque? Todos reían y hacían bromas, y yo me uní, pero por dentro sentía que estaba en otro lugar. Como si hubiera una barrera invisible entre nosotros. No quiero que piensen que no me importan. Me importan más de lo que puedo decir. Solo que a veces, estar con ustedes me recuerda lo diferente que me siento, lo ajeno que soy a sus risas.

A esa persona especial
No sé si alguna vez leerás esto, pero quiero que sepas algo: cuando estás cerca, el mundo deja de ser tan oscuro. No haces nada en especial, solo eres tú. Tu sonrisa, tus ojos, la manera en que hablas de cosas pequeñas como si fueran grandes. Me gustaría poder decirte lo importante que eres para mí, pero tengo miedo. Miedo de que si lo hago, dejes de verme como ahora. De que descubras lo roto que estoy y decidas alejarte.

A mí mismo
Román, ¿qué estás haciendo? Sabes que no tienes todas las respuestas, pero eso está bien. No tienes que ser perfecto, ni fuerte, ni valiente todo el tiempo. Está bien llorar cuando duele, está bien sentirte perdido. Solo quiero recordarte algo: siempre hay algo que vale la pena. Tal vez sea el olor de la tierra mojada después de la lluvia, o esa canción que escuchas en bucle porque parece entenderte mejor que nadie. O las pequeñas cosas, como el amanecer entrando por tu ventana o el sonido de la risa de tu hermana en el otro cuarto.

No sé cómo terminar esta carta, porque la verdad es que no hay un final. Solo una promesa: seguiré aquí, intentando, luchando, respirando. Aunque a veces el vacío pese más que el aire, aunque las noches sean largas y el silencio ensordezca, voy a seguir. Porque sé que, en algún lugar, hay algo esperándome. Y sé que no estoy solo.

Con cariño,
Román

La estadística detrás del dolor

¿Estremecedor, verdad? Sin embargo el caso de Roman es un grito ahogado ante numero alarmantes. El suicidio no es un acto aislado ni un fenómeno desconocido. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700,000 personas se quitan la vida cada año en el mundo, lo que equivale a una muerte cada 40 segundos. En México, el suicidio ha aumentado en un 37% en la última década, convirtiéndose en la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años.

Pero más allá de las cifras, hay una realidad alarmante: por cada persona que muere por suicidio, se estima que otras 20 intentan quitarse la vida. Estas cifras nos hablan no solo de quienes no lograron encontrar ayuda a tiempo, sino también de millones que viven atrapados en un sufrimiento silencioso.

¿Por qué no lo vemos venir?

La depresión, esa herida invisible, es una de las principales causas de suicidio. Sin embargo, su diagnóstico y tratamiento siguen siendo un desafío. Un estudio realizado por el Instituto Nacional de Psiquiatría revela que solo el 20% de las personas con depresión en México reciben tratamiento profesional, a pesar de que el 56% manifiesta síntomas severos.

La comparación internacional es igualmente alarmante. En países como Suecia o Canadá, donde los sistemas de salud mental son robustos, el 70% de los pacientes con depresión reciben atención adecuada. Mientras tanto, en naciones como la nuestra, los prejuicios, la falta de recursos y la poca educación sobre salud mental siguen cobrando vidas.

La importancia de hablar y actuar

Lo más doloroso del suicidio es que muchas veces es prevenible. La OMS estima que hasta el 90% de los casos podrían evitarse si existiera una intervención temprana y eficaz. Pero para eso, necesitamos derribar mitos: no es cierto que quien habla de suicidio solo busca atención; no es cierto que la depresión sea una “falta de carácter”; no es cierto que “el tiempo lo cura todo”.

Hablar salva vidas. Escuchar puede ser el primer paso para evitar una tragedia. Muchas veces, quienes están luchando contra pensamientos suicidas no necesitan soluciones inmediatas, solo necesitan que alguien les diga: “Estoy aquí, no estás solo”.

Un llamado a la acción

¿Qué podemos hacer como sociedad? Primero, educarnos. Conocer las señales de alerta: aislamiento, cambios drásticos en el comportamiento, comentarios sobre la muerte, regalar posesiones valiosas. Segundo, ser empáticos. No necesitamos tener todas las respuestas, pero sí la disposición de escuchar sin juzgar. Tercero, exigir mejores políticas públicas que prioricen la salud mental, desde programas de prevención hasta acceso gratuito a terapias.

Y si tú, que estás leyendo esto, estás pasando por un momento difícil, quiero que sepas algo: hay esperanza. Existen personas y organizaciones que están dispuestas a ayudarte. Puedes llamar a la línea de apoyo del SAPTEL al 800 472 7835 o al 911. Hablar de lo que sientes no es un signo de debilidad, es el acto más valiente que puedes hacer.

Cerraremos el círculo

Hoy, más que nunca, necesitamos ser el apoyo que otros no tuvieron. Porque detrás de cada estadística hay un nombre, una historia, una vida que merece ser vivida.

Todos llevamos batallas que a veces parecen imposibles de ganar, pero en esos momentos oscuros, un abrazo, una palabra amable o incluso un pequeño gesto pueden ser la luz que necesitamos. Ser vulnerable no es una debilidad; es la valentía de mostrar nuestra humanidad. A quienes luchan en silencio: no estás sola, no estás solo. Hay quienes quieren escucharte, quienes quieren abrazarte y recordarte que, aunque el camino sea difícil, siempre hay espacio para la paz y los pequeños momentos de felicidad.

Si estás leyendo esto, detente un momento y respira. Tú también mereces esa paz. Y recuerda, siempre habrá alguien dispuesto a caminar contigo, a escucharte. Si necesitas que alguien te escuche, no dudes en escribirme, aquí estoy para apoyarte.

 

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3 COMENTARIOS

  1. Tristemente en pleno 2024 se sigue estigmatizando la salud mental.
    Se desacredita y se le aisla a quien lo padece, como si se tratase de una especie diferente, de algo que parece ser incomprensible de digerir por la sociedad; también es cierto que muchas otras personas tienen depresión, o algún problema de salud mental, y ni siquiera lo sabe.

  2. Jordan: desde siempre he sabido que tienes las palabras correctas para mover el mundo, tu voz, ti visión y tu convencimiento son únicos. Mueves tantas fibras con esta columna, que te comparto me hiciste llorar… Espero ansioso la siguiente semana para leerte, muchas gracias por compartir tu forma de ver ese mal silencioso.

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