Montan Altar de Dolores en el Museo de la Ciudad de Guadalajara

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    Montan Altar de Dolores en el Museo de la Ciudad de Guadalajara

     

     A partir de hoy y hasta el martes próximo permanecerá en el Museo de la Ciudad de Guadalajara el Altar de Dolores, como parte de la devoción a dicha virgen que nació en la Edad Media, en Europa.

    De acuerdo con la Secretaría de Cultura de Jalisco (SCJ), la conmemoración se remonta a 1413, en Colonia, Alemana, cuando un Sínodo estableció dedicar el sexto viernes de cuaresma a los siete dolores de María, y ésto fue extendido por Pío VII a toda la Iglesia en 1814.

    Posteriormente esta celebración fue llevada a las casas y en ellas se elaboraban los altares, sobre una mesa grande o de regular tamaño, donde se colocaban tres o cuatro gradas forradas de papel de china morado.

    Encima, abundó la institución cultural estatal, se distribuían los ramilletes, capelos y candeleros con gruesos cirios adornados por preciosas filigranas de cera escamada. Se colocaban muy a la manera de México, frascos con aguas de colores teñidos con anilinas o con tinta de colores.

    Los frascos eran especiales, elaborados en la factoría de don Odilón Ávalos, en el barrio de Analco, ya en este siglo. Tenían que ser superpuestos e iban de mayor a menor. También se colocaban hileras de naranjas agrias, sólo interrumpidas por frascos y botellas con aguas de colores.

    Al toque de oración dado por las campanas de la Catedral, se procedía a encender las velas y lámparas. Se rezaba el rosario y cantaba alguna composición dedicada a la Virgen.

    Esa noche era costumbre recorrer la ciudad y visitar los diferentes altares que las familias realizaban. Fueron llamados “incendios” debido a la gran cantidad de velas y veladoras que se colocaban en ellos y que, en las oscuras calles de Guadalajara, daban la impresión de que la casa se estaba incendiando.

    Al llegar los visitantes preguntaban a los de la casa: ¿Ya lloró la Virgen? Y les eran obsequiados jarros de aguas frescas de limón con chía, jamaica y naranja agria con lechuga. Algunos “bautizaban” sus jarros de “lágrimas” con un chorro de mezcal o de aguardiente, lo que los ponía más prendidos que el “incendio”.

    Lo anterior dio pie a que la devoción, que debía ser de carácter religioso, se convirtiera en francachela por lo que la iglesia, durante un largo tiempo, prohibió los altares, cita la dependencia cultural.

    Actualmente se monta el altar a placer, aunque se ha establecido la colocación de sólo seis velas de cera escamada, a fin de evitar el derroche de luces y brillos.

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