OTRA VISIÓN
Por Jorge Fernández H.
En el calendario de la vida, hay fechas que brillan con una luz propia, instancias que nos invitan a reflexionar sobre los matices de nuestra existencia.
Hoy, 20 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Felicidad, una jornada que, más allá de sus connotaciones alegres, nos ofrece un espejo donde contemplar la dualidad de nuestra realidad.
Esta fecha, elegida con la esperanza de preceder la renovación que trae la primavera, nos recuerda que, a pesar de las sombras que a menudo oscurecen nuestro caminar, hay personas, visiones y misiones que se dedican a la ardua tarea de sembrar felicidad.
Es un día que nos interpela, no solo a reconocer, sino a participar activamente en la construcción de un mundo donde la felicidad sea la norma, no la excepción.
Sin embargo, sería ingenuo y hasta irresponsable cerrar los ojos ante la realidad contrastante que nos rodea. A lo largo y ancho de este planeta, incluido nuestro México, existen fuerzas que se empeñan en desdibujar la felicidad.
La violencia, el robo, el fraude, la corrupción, son plagas que carcomen los cimientos de nuestra sociedad, atentando contra la posibilidad de un bienestar compartido.
En lugares como Texas, vemos con desolación cómo se promueve la persecución de migrantes, cómo en otras partes del mundo, la sequía azota sin piedad, y cómo el crimen organizado y la corrupción política siguen erosionando las esperanzas de tantos. Estos actos no solo destruyen vidas sino que ensombrecen el futuro de las nuevas generaciones.
Pero, a pesar de este panorama, hay quienes, con otra visión, creemos firmemente en la capacidad de transformar nuestra realidad. Creemos en la felicidad no como un regalo del destino, sino como un objetivo alcanzable a través del esfuerzo conjunto y del compromiso personal. Es posible, sí, construir un futuro donde prevalezca la alegría, donde cada acción nuestra contribuya a un bien mayor.
Hoy, en el Día de la Felicidad, convoco a todos aquellos que, como nosotros, mantienen viva la esperanza de un mundo mejor. Que este día sirva de recordatorio de que, aunque el camino sea arduo y las sombras densas, nuestra luz interior y colectiva puede guiar el camino hacia un futuro donde la felicidad sea la herencia más preciada para nuestras generaciones futuras.
En este esfuerzo, cada gesto cuenta. Desde la sonrisa que ofrecemos al desconocido hasta el apoyo incondicional a nuestros seres queridos, cada acto de bondad es un paso hacia ese ideal. En nuestro país, en nuestra comunidad, cada uno de nosotros tiene la capacidad de ser un agente de cambio. Si asumimos esa responsabilidad con amor y determinación, seremos, sin duda, una fuerza imparable hacia el bien.
Así, mientras conmemoramos este Día de la Felicidad, hagamos más que celebrar; comprometámonos a ser artífices de esa felicidad, no solo para nosotros, sino para el mundo.
Que nuestra visión sea la luz que ilumine el camino, y que nuestra determinación sea la fuerza que transforme la oscuridad en luz. Por eso hoy los invito a abrazar esta visión, a no perder la fe en nuestra capacidad de hacer del mundo un lugar más feliz. Porque al final, en la suma de nuestras acciones, en la fuerza de nuestra voluntad, reside la verdadera esencia de la felicidad.
MÉXICO VIVE!!!
VIVA MÉXICO!!!