El zapatero de Cuba, 10 años en un oficio de herencia familiar

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    México, 4 Dic (Notimex).- Huele a cuero y pegamento, un par de suelas de goma yace en la mesa de trabajo, afuera huele a soledad, la calle luce vacía, sin luces palpitantes, la noche se ha ido y poco se distinguen los famosos antros que le dan fama nocturna a la calle República de Cuba, donde se encuentra Renovación de Calzado Express, el taller de Luis Bárcenas, zapatero por oficio y coleccionista de música por convicción.

    Alto, sonriente, con una cola de caballo, algunas canas que revelan sus 45 años de edad y manos dispuestas a ensuciarse al ritmo de alguna canción de los Beatles, Luis comienza su jornada restaurando a sus “pacientes”, como llama a los zapatos desgastados que llegan a sus manos.

    Antes de dedicarse a reparar calzado, Luis trabajaba en un taller de artes gráficas, al morir su padre decidió continuar con el oficio que conoció a los 15 años de edad, herencia familiar que ha trabajado desde hace 10 años en el local que ha visto cambiar la calle que ahora es famosa por la fiesta nocturna.

    Son las 09:30 horas y ya llegó una clienta a recoger unos tenis negros que tuvieron un cambio de suela, “¿y esta no se despinta nada si los lavo verdad?” pregunta la mujer, “nada, le duran bastante”, contesta el zapatero de que heredó el oficio de su padre.

    Lo acompaña una señora de pelo blanco sentada en la esquina con una sonrisa que atibia la mañana, es Alicia, su madre, quien cuenta con nostalgia que aprendió el oficio de su primo a los 13 años y convenció a su esposo de hacer lo mismo, primero pusieron una zapatería, pero con la invasión de calzado chino y brasileño dejaba más la reparación y así nació el negocio familiar.

    “Renovación de Calzado Express” lleva más de 36 años operando en la misma calle, que antes del bullicio que da la bienvenida a la saturación de luces nocturnas y alcohol con resaca, tenía más locales dedicados al comercio que poco a poco han dejado la zona.

    “Cuando yo llegué había locales comerciales, o sea que nos ha tocado ver como se han ido los vecinos, sobrevivimos nosotros, no es por nada pero creo que es porque hacemos la chamba bien”, dice Luis convencido de su trabajo.

    Trabaja tranquilo sobre una mesa donde recibe a su clientela, detrás de él hay un mueble de madera donde guarda zapatos, suelas y retazos de cuero por montones.

    Usa una maquina con tubos y lijas que sirven para pulir el calzado, en el mostrador hay un aparato extraño para amoldar, donde descansan un par de botas vaqueras “parecen instrumentos de tortura”, dice sonriendo

    “Lo que más nos llega son tenis, aunque varía el tipo de zapato, hay temporadas en que se satura de calzado de dama”.

    “Se cambian tapas, suelas, se pinta calzado, hay zapatos que casi casi se tienen que reconstruir”, dice mientras muestra lo que parece era un par de zapatos que tendrá que armar desde cero.

    El precio por su trabajo depende lo que se deba hacer, un cambio de suelas esta en 240 pesos, mientras que por unas botas vaqueras llega a cobrar 320 pesos, las reparaciones son “Express” como lo indica el nombre del negocio, “tardo entre 10 y 15 minutos”.

    Cuenta que un oficio tan antiguo aun deja para vivir, aunque hubo tiempos en que la remuneración era mayor, “uno de mis tíos hizo mucho dinero cuando esto estaba en su mero apogeo, pero ahora con todo el calzado chino esto se ha venido para abajo”.

    Cuando termina su jornada, en vez del caos nocturno, Luis prefiere irse a su casa en la colonia Guerrero a escuchar sus discos de vinil de los Beatles, gasta sus propias suelas, tiempo libre y dinero recorriendo mercados de pulgas en Balderas o El Chopo en busca de material para hacer más grande su colección de discos.

    Evita formar parte de la fama del zapatero, “se dice que todos los zapateros no trabajan el lunes por que agarran la botella y no se levantan para trabajar es por eso que no terminan su trabajo a tiempo”, relata con humor y asegura que a él eso no le gusta.

    Cuando hay mucho trabajo recibe, además de la clientela habitual, zapatos de bailarines de la compañía de Amalia Hernández y botas de luchadores, al parecer es un hombre con fama que se toma en serio su trabajo.

    “En ocasiones he recibido zapatos que traen como muñecos con pelo pegado y fotografías, quien sabe para que las usen, pero yo les digo que ya nos sirven, yo no le hago a eso“.

    Cuando acaba su jornada laboral, la calle se ilumina y a través de su ventana se dibuja el letrero del "Marra” listo para recibir a la juventud despilfarradora de energía, Luis permanece unos momentos a solas en el taller con un pensamiento, seguirle dando a un oficio que considera bonito, que le da para vivir y hacer más grande la colección de discos.

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