OTRA VISIÓN
Por Jorge Fernández H.
Hoy Viernes 19 de Septiembre.
ENTRE PECES Y ESPERANZA
Hay momentos en la vida en que la enfermedad nos obliga a detenernos, a mirar hacia dentro, a escuchar el silencio de nuestro propio corazón.
En ese silencio, yo encontré el murmullo del agua. Y dentro del agua, la vida latiendo en miles de formas: mis peces.
Comencé con una pecera, acaso un intento por distraer el alma. Pero el alma nunca se distrae: siempre busca.
Y lo que buscaba en realidad era un reflejo de mí mismo. Una, dos, tres… hasta llegar a veintitrés peceras, que son hoy como veintitrés espejos donde la vida me recuerda su grandeza y su fragilidad.
Ahí nadan los cíclidos con su fuerza, los pericos con sus colores encendidos, los óscares majestuosos, los tejanos que parecen guerreros, y también las navajas, misteriosas y veloces, como destellos de lo invisible.
Cada especie, con su carácter y su energía, me enseña que la vida se compone de diversidad, de lucha, de belleza, de momentos de calma y también de enfrentamientos inevitables.
Cuando los alimento, no solo les doy sustento: me doy alimento a mí mismo.
En el gesto de echarles comida siento que estoy echando pan y agua a mi propia esperanza. Ellos necesitan de mis manos para vivir; yo necesito de su nado constante para seguir creyendo. Así, los peces y yo nos sostenemos en un pacto silencioso: ellos me enseñan a vivir, yo los ayudo a seguir vivos.
Mi esposa, compañera paciente de esta travesía, me mira con ternura cuando elijo nuevos peces, cuando acomodo los acuarios, cuando paso horas observando esos mundos de cristal. Y aunque quizás no sienta la misma fascinación que yo, sé que en su mirada hay amor, y en su compañía, el mayor regalo.
Mis hijos, Betty, Francisco, Carlos, Arturo, Jorge, siempre en mi pensamiento, los anhelo, quisiera pasar más tiempo con ellos, pero la vida sigue, dios los bendice y cada uno navega en su propio mar, mis nietos, todos, son mi ilusión, fuerza y esperanza, tengo que estar bien para ellos, para disfrutarlos, dejarlos conocer de mí y darles todo el amor que tengo para ellos,mi familia toda y familia extendida, los llevo en el corazón… quisiera que vieran lo que yo veo: que en el agua late una metáfora de la existencia. Que cuidar un pez es aprender a cuidar la vida, y que sostener la vida es la tarea más grande y más hermosa que tenemos.
En cada burbuja que sube a la superficie, siento que la vida me habla: “Sigue. Respira. Fluye. Permanece.” Y yo, en este tránsito entre la fragilidad y la fuerza, entre la enfermedad y el deseo de seguir, me aferro a ese murmullo.
Porque mientras haya agua, mientras haya amor, mientras haya quien cuide y quien alimente, habrá siempre esperanza.
Y entonces comprendo que mi misión, ahora más que nunca, es esta: seguir dando vida, en todas sus formas. A mis peces, a mis sueños, a mi familia, a mi país, a mi mundo.
Porque mientras demos vida, la vida nos seguirá dando a nosotros.
Mis peces y yo!!!
MEXICO VIVE!!!
VIVA MÉXICO!!!