OTRA VISIÓN
por Jorge Fernández H.
Hoy martes 23 de septiembre

ENTRE PECES, TRADICIÓN Y ESPERANZA
El debate sobre la venta de animales en mercados y plazas públicas se ha encendido con las recientes propuestas del Partido Verde Ecologista.
La intención es regular la procedencia legal de especies y garantizar que no se comercien animales en peligro de extinción o sujetos a maltrato. Sin duda, esta medida tiene un sentido noble: cuidar la vida, proteger la biodiversidad y fomentar el respeto a la naturaleza.
Pero en medio de esta buena intención surge un reto: no confundir regulación con persecución.
Atacar directamente a mercados o a locales establecidos desde hace décadas sería un error que lastimaría a familias enteras, a generaciones que han encontrado en este oficio no solo un modo de subsistir, sino una forma de vida.
Hablo especialmente de los vendedores de peces, guardianes de un legado que se transmite de abuelos a padres y de padres a hijos, donde el amor por estos seres vivos se convierte en motor de trabajo, conocimiento y esperanza.
En este camino personal con los acuarios y los peces, he tenido la fortuna de conocer a hombres y familias que honran esta tradición.
Conocí a Alberto y a su esposa Nancy, quienes con esfuerzo y junto a su pequeño hijo Alberto, atienden su negocio y con alegría me introdujeron en esta afición, me recomendaron y vendieron mis primeros peces y acuarios y han llegado a mi casa a dar mantenimiento a los acuarios que tenemos con gran profesionalismo.

Conocí también a Juan Carlos, un joven entusiasta que, con su familia, ha crecido hasta tener dos locales que sostienen el bienestar de los suyos, profesional, amante y conocedor de los peces, apasionado por su negocio, agradecido con la persona que le dio trabajo, le inició en esta pasión y después le vendió su primer local para independizarse y en el mercado de Xochimilco conocí a Antonio, su hijo Antonio y su esposa, quienes comparten esa misma pasión: los peces: venderlos, limpiar, cuidar y dar vida a los acuarios de muchas familias como la nuestra, con gran profesionalismo.
Lo conmovedor es que, detrás de estas historias que parecen separadas, en mercados tan lejanos como Mixchuca y Xochimilco, hay un punto en común: un hombre llamado Ángel Caballero. Ellos lo recuerdan como su maestro, pues los tres en sus inicios, trabajaron para él y de ahí nació su inspiración, pasión y amor por este noble oficio y algunos como Juan Carlos, lo reconocen hasta como su benefactor, pues fue quien les enseñó el arte de cuidar peces y en algunos casos, les facilitó el inicio de sus propios negocios. Ángel Caballero, este hombre amante de los peces y comerciante, representa esa chispa que transforma un trabajo en vocación y una vocación en legado.
La lección es clara: sí a la regulación, pero no a la desaparición de estas tradiciones. Sí al cuidado de especies en riesgo, pero no al exterminio de mercados que dan empleo, cultura y alegría a miles de mexicanos.
Porque en cada pecera que un niño se lleva a casa, no solo hay un pez nadando en agua limpia: hay ilusión, hay aprendizaje, hay un lazo con la vida misma.
Defender esta tradición no es oponerse al progreso, es pedir equilibrio. Es reconocer que la pasión de familias enteras, que han trabajado con honestidad y cariño, también forma parte de la riqueza de México.
Que así como cuidamos nuestras selvas y mares, debemos cuidar también los oficios que nacieron del amor a la naturaleza.
En cada pez que nada en silencio, en cada historia de Alberto, de Juan Carlos, de Antonio, y en la memoria viva de Ángel Caballero, palpita la enseñanza de que la vida se honra mejor cuando se comparte. Y en ese espejo de agua que son los acuarios, también se refleja el México que queremos: regulado, sí, pero humano; justo, pero compasivo; firme en sus leyes, pero sensible en sus tradiciones.
MÉXICO VIVE!!!
VIVA MÉXICO!!!



