Alfarería del Barrio de La Luz, oficio que lentamente se apaga en Puebla

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    Puebla, 30 Jul (Notimex).- Los alfareros que por varios años le dieron fama al Barrio de la Luz, hoy ven como poco a poco se apaga este oficio que se resiste a extinguirse por completo; y tal como el ave Fénix luchó por resurgir entre las cenizas, los alfareros buscan levantarse entre barro y hornos.

    En la calle Juan de Palafox y Mendoza número 1403, del Barrio de la Luz de esta ciudad, se encuentra uno de los pocos talleres de alfarería que se mantienen en activo, donde todos los días, a partir de las 6 de la mañana, se encuentran hombres sencillos pero trabajadores que ponen el corazón y esperanza en cada modelado de las piezas.

    En entrevista con Notimex, Genaro López García explica que este taller también es la sede del Centro Alfarero del Barrio de la Luz, el cual se integra por 15 cabezas de familia, de las 25 que eran cuando se formaron hace poco más de 10 años.

    A sus 56 años de edad, con la experiencia que adquirió en este oficio que conoce desde los seis años, de la mano de su abuelo y de su padre, tiene la autoridad para señalar que el encarecimiento de las materias primas, la prohibición del esmaltado con plomo o la poca información de los compradores, así como el desinterés de las nuevas generaciones por continuar este oficio, han hecho que los alfareros busquen otra manera de llevar el sustento a sus casas.

    Conforme avanza la plática, nos guía por los diferentes procesos que se llevan a cabo para elaborar cada una de las piezas de barro que al final esperan en el patio del taller a que lleguen los clientes y se las lleven, principalmente cazuelas, atoleras, mezcaleras, vajillas, jarros, candeleros, sahumerios y trabajos especiales en barro para restaurantes, recuerdos o eventos especiales.

    En la entrada del inmueble encontramos el elemento protagonista, costales de barro proveniente del municipio poblano de Amozoc, listo para ser preparado por Víctor Manuel López García, uno de los once hermanos que tiene el señor Genaro, y uno de los pocos que quedan en el taller, ya que los demás parientes decidieron emplearse en trabajos con mejor remuneración.

    Al respecto, don Víctor relató que su jornada comienza a las 6 de la mañana y termina a las 8 de la noche, de lunes a sábado, igual que las siete familias que ahí se emplean ganando en promedio cerca de 200 pesos diarios.

    Señaló que esta cantidad que disminuye durante la temporada baja que comprende de julio a septiembre, en primer lugar por la temporada de lluvias que atrasan el secado de las piezas, y también por las bajas ventas porque las clientes ahorran para inscripciones, útiles escolares y uniformes.

    La preparación del barro consiste en mezclarlo con agua y pisarlo para formar una pasta, dice que entre más pisado esté, se logran mejores piezas.

    Listo el barro pasa al torno, de pie o de energía eléctrica, donde los alfareros no solo ponen las manos a la obra, sino también el corazón, la pasión, la paciencia y creatividad en cada pieza.

    Después del modelado en el torno, las piezas se colocan de manera ordenada sobre las tarimas hasta que se sequen por completo, ya que meterlas al horno (de leña o gas) cuando aún no están del todo secas se corre el riesgo que se rompan, deformen o truenen en el horno, lo que representaría una pérdida total de inversión, material y tiempo.

    Cada pieza pasa por dos etapas de cocimiento. En el primer cocimiento el horno puede alcanzar una temperatura superior a los 800 grados; después pasa a la greta (óxido de plomo) para el esmaltado, el cual también puede ser esmaltado de vidrio, y nuevamente se introduce al horno para el segundo cocimiento, el cual logra los mil 100 grados.

    Una vez que las piezas salen del horno pasan al patio del taller o se exhiben sobre las banquetas de algunas fachadas en el barrio, donde lucen ollas de barro en gran tamaño; esas que se observan en los tianguis o mercados donde se preparan los moles. Las hay desde 1 kilo hasta 65 kilos con un costo de mil 300 pesos; y que en ocasiones los clientes regatean hasta en 800 pesos.

    Genaro López subrayó que los clientes que acuden a este taller pueden tener toda la seguridad que sus piezas cumplen con todas las Normas Oficial Mexicanas y son seguras para la preparación de sus alimentos o bebidas.

    En ese sentido, destacó que el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, desde 1994 ha dado especial atención al sector alfarero productor de cerámica vidriada mediante el Programa Nacional para la Adopción de Esmalte Libre de Plomo.

    El principal objetivo es la regulación de estándares que aseguren el proceso productivo y se cumplan las normas oficiales mexicanas e internacionales en materia de solubilidad de plomo y cadmio.

    El sílice y la greta (óxido de plomo), son minerales que deben de mezclarse con agua antes de su aplicación. Se pueden agregar otros materiales para pigmentar el vidriado, según las características que busque el alfarero.

    Por lo anterior, comentó que de manera periódica los alfareros son visitados por personal de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), quienes realizan diversas pruebas para comprobar que las piezas están libres de plomo.

    Los alfareros en México deben cumplir con tres Normas Oficiales Mexicanas expedidas por la Secretaría de Salud. La NOM-199-SSA1-2000, es sobre el tema de Plomo y Salud, y está vigente desde octubre de 2002; NOM-004-SSA1-1993, sobre tema de Comercialización del plomo, la cual está vigente desde noviembre 2004; y la NOM-231-SSA1-2002, sobre el tema niveles de plomo en alfarería, vigente desde agosto de 2009.

    Los alfareros de Puebla también son visitados periódicamente por el H. Cuerpo de Bomberos a fin de atestiguar que las condiciones de trabajo no ponen en riesgo a los trabajadores, ni a los vecinos, debido al empleo de los hornos de leña, y uno de gas, con el que cosen las piezas.

    “Hace muchos, muchos años había muchas familias de alfareros en Puebla, no solo en el Barrio de La Luz, sino también en toda la calle 14 oriente, en la 24 sur, en La Acocota. Tan solo a lo largo de esta calle (Juan de Palafox y Mendoza) había más de 12 talleres, y ahora solo quedan dos. Si ustedes entran a alguna de estas casas podrán ver que aún conservan los hornos”, relató.

    A su memoria vinieron las imágenes de su infancia, cuando todas las mañanas en las calles de La Acocota las diversas piezas de barro formadas, parecía que eran alfombras o tapetes hechos por los vecinos, pero en realidad eran alfareros exhibiendo sus trabajos para las ventas.

    El secretario del Centro Alfarero del Barrio de la Luz, junto con sus compañeros Arturo López Cano y Jorge López Cano, lamentó que las autoridades municipales o estatales no muestren interés por rescatar este oficio que se apaga en el Barrio de La Luz.

    Comentó que tan solo en la administración del entonces gobernador Rafael Moreno Valle Rosas se cerró la Casa del Artesano y apostó toda la promoción a favor de las casas de talavera de gran renombre, en lugar de ayudar a los alfareros o ceramistas que buscan de todas formas mantenerse vivos.

    Como alfareros organizados actualmente trabajan en lograr un taller-escuela, así como la creación del proyecto Corredor Turístico, con el cual esperan que los prestadores de servicios lleven a los turistas al taller y revaloren este oficio.

    “Ser alfarero es algo muy hermoso, que me llena de orgullo porque hemos conservado algo muy especial, muy propio del Barrio de La Luz, porque a este barrio se le conoce por sus cazuelas, sahumerios, barro y vidriado. Seguimos en la lucha, tal como lo hicimos con esta casa donde ahora trabajamos y que conseguimos después de un juicio, ya que esa fue la voluntad del dueño del inmueble, el señor Jerónimo Alonso”, concluyó.

    De acuerdo a publicaciones del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (Fonart) la alfarería es uno de los oficios más antiguos de la humanidad, y así se ha podido comprobar con los hallazgos de diferentes objetivos de arcilla en diferentes tiempos y de distintas civilizaciones.

    En México se estima que el oficio data de poco más de cuatro mil años, y es probable que las primeras piezas de alfarería en Mesoamérica se hicieran en el valle de Tehuacán, Puebla y en la costa de Guerrero, donde se encontró la cerámica pox, fechada alrededor del año 2300 Antes de Cristo.

    Los archivos también señalan que durante la primera década del siglo XVI, los españoles enseñaron el vidriado utilizando como fundente el óxido de plomo (greta), práctica que poco a poco fue aprendida y reproducida en todo el territorio nacional.

    Fue en 1991 cuando la hija de 7 años de John D. Negroponte, entonces embajador de Estados Unidos en México, resultó con niveles de plomo en sangre cuatro veces superiores al límite de seguridad norteamericano.

    El origen de la intoxicación se atribuyó al uso de alfarería vidriada con greta usada para guardar limonada. El hecho tuvo repercusión internacional y desde entonces el uso de plomo en la alfarería es un tema de interés para la opinión pública en México.

     

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