Clara Galle y Nicole Wallace dejan claro lo que piensan sobre el impacto del machismo en los hombres y el efecto de ‘Euphoria’ en su generación.

“Si quieren dejarnos de pesadas con el feminismo, que lo hagan”

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ni unaRetratos generacionales hay muchos. Nuestra educación sentimental se puede resumir a cuenta de coming of age, esas ficciones que encapsulan todas las intensidades, contradicciones y emociones que se atraviesan en la adolescencia. Nicole Wallace (Madrid, 2002) y Clara Galle (Pamplona, 2002) no han escapado de ellas. Como espectadoras y como actrices. Pero la que presentan a nivel mundial el próximo 31 de mayo en Netflix va más allá. En Ni una más, hay un golpe –nada laxo– de realidad: muestra a una juventud post-#MeToo que, pese a ser la más informada en materia de feminismo, no está libre de violencia sexual.

“Cuidado. Ahí dentro se esconde un violador”. Con esta frase, escrita en una pancarta que cuelga de la puerta del colegio privado donde se centra la trama, empieza la serie, que es la adaptación de la novela del mismo título de Miguel Sáez Carral, o lo que es lo mismo, el intento de un padre –de profesión, guionista– por comprender a su hija adolescente. A partir de ahí, viajamos unos meses atrás para adentrarnos en la vida de Alma (Wallace) y Greta (Galle), dos mejores amigas que aplican contra el patriarcado una receta si no infalible, al menos, necesaria: la sororidad.

Para ambas intérpretes, que comparten año de nacimiento y, por su química, parece que hayan actuado siempre juntas, es el proyecto más importante de sus carreras. Después de dos años en la versión española de Skam, con Culpa mía, Wallace logró el papel protagonista que le daría el crédito de un sector receloso con los nepo-babies (su hermana, Chloe, es directora); mientras, el ascenso de Galle fue meteórico gracias al éxito de la saga de Netflix A través de mi ventana. Así lo relata la primera: “Es un proyecto en el que me he consolidado conmigo misma como actriz, ahora confío mogollón en mí. He estado en un set donde me he sentido cómoda, feliz y segura, con guionistas, directores y productores que me han dado una voz”. Tanto es así que la madrileña se plantea adentrarse en la producción.

Por su parte, Galle reflexiona: “Es una serie que nos ha descubierto mucho a las actrices que ya estábamos involucradas en el feminismo. Hemos podido ahondar más en el tema con compañeras, y ha sido precioso. Sabíamos que estábamos haciendo algo muy guay y cada persona que formaba parte del equipo mostraba mucha ilusión con lo que íbamos a contar. A nivel actoral he podido trabajar en un personaje que no tiene nada que ver con lo que había hecho antes y estoy muy orgullosa. Y, sobre todo, me lo he pasado muy bien”. En Ni una más, su papel trasciende del de la amiga de. Su presencia, fuerza y determinación son clave en la evolución del personaje de Alma en la trama. En el paso de víctima a superviviente.

Preguntada por la pertinencia de que sean actores y actrices feministas, como ellas, quienes den vida a historias de esta índole, Clara Galle espeta: “No sé quién querría hacer este proyecto si no tiene esta manera de pensar”. Su compañera, a su lado, asiente. Y la de Pamplona sigue: “Estamos en un proceso, también nosotras, las mujeres, de descubrir qué es el feminismo y aprender y desaprender lo que se nos ha inculcado. Pero sí que creo que quienes formen parte de una serie como esta deberían de tener, por lo menos, la intención de querer aprender más y de poder construirse a través de una oportunidad así. Hay chicas que están mucho más educadas en este tema y otras que no, y también está bien, pero ojalá tengan ganas de aprender”.

Por su parte, Wallace completa: “Aquí todos queremos trabajar y es nuestra pasión, pero hay que ser responsables con lo que uno cuenta porque, al final, estás poniendo voz y cara a una historia. Y me parece que es importante que sea coherente con la persona que hay detrás del personaje. Pero creo que no siempre es el caso. Es un trabajo y te tiene que dar de comer, y hay mucha gente que, aunque no conecte con la trama, lo haría. Ojalá, al menos, las personas que lo tengan que defender puedan hacerlo con total honestidad”. Es su caso. Ellas, que protagonizan Ni una más y están a cargo de su promoción, se reconocen como parte de una generación de mujeres que abrió los ojos con el 8M de 2018, el de “hermana, yo sí te creo”, y que años después teme una reacción contra el imparable avance de una sociedad feminista.

Asegura Wallace que percibe esta resistencia en gente más joven que ellas. Estamos hablando, pues, de una juventud nacida a partir de 2002. “Se ve mucho en la serie: influyen las redes sociales, el algoritmo que te llena de argumentos de un posicionamiento extremo, el porno… Creo que son hombres y mujeres que están sobreinformados de manera muy agresiva. Son chavales pequeños que no han vivido conscientemente el 8M o el #MeToo, y que sienten que les están imponiendo algo, un pensamiento feminista, ya consolidado o, al menos, obvio; que les están diciendo qué hacer en situaciones que ni siquiera han vivido o procesado. En general, da bastante miedo”.

Galle desliza que todo choque contra lo establecido genera un contraataque. Y pasa a abordar el papel de los hombres en el feminismo: “El patriarcado no nos reprime solo a nosotras, les reprime también a ellos. Somos las mujeres las que reivindicamos libertad, derechos, seguridad y poder hacer lo que nos dé la gana. Pero hay un estereotipo de hombre patriarcal que ellos deben seguir y hacerlo es complicado. De hecho, son víctimas también, y muchos no son felices porque están intentando cumplir con algo que creen que tienen que ser. Y de eso también va el feminismo. Esto no va de querer quitar el sitio a nadie, ni de insultar, ni de hacerlo pasar mal. Es todo lo contrario”.

La serie, reflejo de una sociedad en proceso de mejora, muestra tres energías: la de los adultos, inmersos en una claramente heredada binariedad de roles; la de los jóvenes que ellas representan, feministas y queer, y los que son llamados a preservar el mandato de género hegemónico, tan artificial como asentado, tan interiorizado como dañino, que no cesa en dejar víctimas a su paso. Y, posiblemente, el mayor pellizco de Ni una más sea el impacto que genera ver a una superviviente de violencia sexual con lemas feministas tatuados en la piel o gritando desde las paredes de su habitación en forma de pósteres. Nicole Wallace es tajante, y realista: “Estar educada en el feminismo no te salva de vivir situaciones así. Creo que el mensaje del guion es que esto sigue pasando. En la serie, son unas chicas de 18 años, pero lo vivimos todas, da igual la edad. Espero que abra debate y que la gente se cuestione a sí misma, desde las cosas que ha hecho en el pasado hasta cómo quiere actuar en el futuro. Pero es que, además, es una trama entretenida, un thriller y… ¡Mola mogollón!”.

Si la división millennial tuvo a Friends, la Z tiene a Euphoria. Clara Galle reconoce que leyendo el guion de esta nueva producción de Netflix, por momentos, pensó en la ficción de Zendaya. “Sí, pero esta serie es más relatable”, le responde Nicole Wallace, que pasa a tratar de encontrar la palabra precisa en español. Su compañera le trata de lanzar un guante, pero ella misma resuelve: realista. “Quizás aquello era como el videoclip”, sintetiza. Galle concluye: “Exagerar las cosas está bien. Es así como se viven de adolescente. Con esa intensidad, ya sea ante el amor o la traición de una amiga. Pasa lo mismo con Ni una más: coge un tema y lo agranda, lo explota. Y si quieren dejarnos de pesadas con el feminismo, que lo hagan, sobre todo si es la forma de conseguir que nos hagan caso. Y, cuando la marea baje, las ideas se habrán aposentado”.

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