Nina Moleva, una figura respetada en los círculos artísticos rusos, falleció recientemente, dejando tras de sí una colección de arte envuelta en misterio y polémica. Historiadora, periodista y crítica de arte, Moleva fue la autora de 120 libros sobre pintores rusos y desempeñó un papel crucial en la preservación del arte ruso. Su legado artístico se ve eclipsado por las dudas y cuestionamientos en torno a la procedencia de las obras que resguardaba.
Casada con el misterioso coleccionista Ilya Belyutin, apodado ‘el espía de Stalin’, la colección incluye cuadros religiosos del siglo XVI y XVII, con un valor estimado en unos mil 800 millones de euros. La versión oficial sostiene que estas obras son una herencia familiar, provenientes de un abuelo de Belyutin, un destacado artista durante la época de los zares.
Sin embargo, investigadores han cuestionado esta explicación, señalando la falta de documentos o archivos que respalden la versión de la herencia. En 2015, una investigación del Moscow Times sugirió que las obras fueron saqueadas por Belyutin durante la Segunda Guerra Mundial mientras trabajaba para la KGB, los servicios de inteligencia rusos.
La colección de Moleva comprende alrededor de mil obras, incluyendo pinturas y esculturas de maestros como Rembrandt, Da Vinci, Miguel Ángel, Tiziano y Velázquez. Estas obras estaban resguardadas en su modesto apartamento en Moscú.
Al no tener hijos, Moleva contempló la posibilidad de donar su colección al Museo Pushkin. Sin embargo, el museo rechazó la oferta, argumentando la falta de certificados de procedencia y la presencia de numerosas copias entre las obras. La controversia en torno a la procedencia de la colección persiste, sumando un nuevo capítulo a la enigmática historia del arte en Rusia.
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