Subían cientos, miles de uruguayos por la Alameda de Recalde, en alegre manifestación camino de San Mamés, detrás de una pancarta: “Somos charrúas, garra y corazón”. Jugaba su selección en la Catedral, lo que no es novedad, porque se cumple un siglo de las dos primeras veces que lo hizo, allá por abril de 1924, camino de los Juegos Olímpicos que ganarían en París. Era la Uruguay que maravillaba con Andrade, Scarone o el gallego Cea. Ganó los dos partidos al Athletic de Pentland. Luego volvió otra vez, en 2003. Esta vez perdió, y se asoma de nuevo a San Mamés, ya van cuatro, y solo España ha jugado más partidos con su selección en Bilbao que los celestes.
Aquella primera vez en San Mamés, el árbitro fue un uruguayo llamado Ángel Minoli, que compareció en el campo con una chaqueta de rayas azules y blancas, gorra a juego y pantalón blanco. Armó la marimorena. Algún periódico bilbaíno tituló: “El señor Minoli vence al Athletic por dos goals a uno”. Esta vez no pasó lo mismo, pero casi, porque la selección vasca estuvo a punto de tener que jugar los últimos veinte minutos con diez jugadores, porque Marcelo Bielsa, genio y figura, se oponía a que Arrasate hiciera más de los cinco cambios de un partido oficial, que no lo era, y De Burgos Bengoetxea, para una vez que pitaba en San Mamés, casi la lía, porque durante casi diez minutos impidió que Jagoba Arrasate hiciera las sustituciones que pretendía. Hasta que el técnico argentino firmó un papel dando conformidad a la ampliación del cupo, no permitió los cambios. Lo nunca visto.
Había salido Uruguay al campo como si fuera su casa, que para Marcelo Bielsa, su técnico, que dejó fuera de la lista a Fede Valverde, lo era, y pasó apuros el combinado vasco en los primeros minutos, hasta que bajó la marea celeste, y luego comenzó a jugar mejor, bajo la batuta de Iván Martín, el organizador del Girona, que cogió las riendas hasta que se fue en el descanso. San Mamés tenía ganas, además, de ver en vivo a Álvaro Djaló, el fichaje confirmado del Athletic para la temporada próxima, y no defraudó nada. Enseñó sus cartas: veloz, hábil, y además goleador. Primero fue su primo, Adu Ares, el que probó a Franco Israel con un disparo cruzado, y al límite del descanso, Djaló recibió en el área, se deshizo de su marcador y disparó duro para poner por delante al equipo vasco.
Pero Uruguay salió desbocado en la segunda parte, y en la jugada inicial, Guillermo Varela desbordó por la izquierda a Dani García y Matías Vecino anotó desde cerca al gol del empate. Siguió Uruguay dominador durante algunos minutos, aunque el combinado de Euskadi se fue soltando otra vez. Moncayola tuvo la ocasión para poner por delante a su equipo, pero su disparo se estrelló en el guardameta.
Luego, un disparo desviado de Torres dio lugar a la réplica de Villalibre, con un cabezazo en plancha que pudo desequilibrar el marcador, aunque llegó el lío de los cambios, la pugna de Bielsa, el enfado de Arrasate y el partido se enfrió casi hasta el final. Rodríguez tuvo la oportunidad de darle la victoria a Uruguay en el desenlace, con un remate que pegó en el poste, pero todo quedó en empate. Se fueron los miles de uruguayos que tomaron San Mamés un tanto decepcionados por el partido de su selección. A Bielsa, que se negó a comparecer en conferencia de prensa, enfadado por el número de cambios, le quedan muchas cosas para cambiar de cara a la Copa América.
Articulo de: JON RIVAS (EL PAÏS)