ORACIÓN POR MÉXICO
Por Jorge Fernández H.
En este Jueves Santo, me detengo un momento en el camino de mi vida para reflexionar y hablar contigo, Señor, desde el fondo de mi corazón. Hoy, más que nunca, siento la necesidad de acercarme a ti, de entender el profundo significado de tu último encuentro con tus discípulos antes de entregarte por nosotros. Recuerdo, Señor, cómo en esa última cena, compartiste el pan y el vino, símbolos de tu cuerpo y sangre, instituyendo la Eucaristía, ese sacramento de amor eterno que nos une a ti. En ese gesto, nos enseñaste que cada vez que compartimos el pan, te hacemos presente entre nosotros, renovando tu sacrificio de amor y entrega.Y cómo olvidar, Señor, el lavatorio de los pies, ese acto de humildad incomparable con el que lavaste los pies a tus discípulos, enseñándonos que el verdadero liderazgo reside en servir, en poner nuestras vidas al servicio de los demás, en amar sin medida, como tú nos amaste.
Quiero pedirte, Señor, en este día, por nosotros, tus hijos, que tantas veces olvidamos el sentido profundo de tus enseñanzas. Ayúdanos a vivir con humildad, a reconocer tu presencia en cada Eucaristía, a servir a nuestros hermanos con amor genuino, especialmente a aquellos que más lo necesitan.
Quiero pedirte también por mi patria, México, y por todo el mundo, para que encuentren caminos de paz y justicia, para que se superen las crisis y desigualdades, y para que, inspirados en tu amor y servicio, construyamos una sociedad más fraterna y solidaria.
Agradecido estoy Señor, por cada momento de mi vida, por las alegrías y también por los desafíos, pues en ellos encuentro oportunidades para crecer y acercarme más a ti.
Agradecido estoy Señor, por mi familia, mis amigos, y por cada persona que me has puesto en el camino.
Quiero pedirte, en este Jueves Santo, que nuestro caminar sea iluminado por el amor que nos mostraste en la última cena y en el lavatorio de los pies.
Quiero pedirte, que inspirados en tu entrega, nuestros días a partir de mañana sean mejores, llenos de esperanza, alegría y amor fraterno, para que cada uno de nosotros, a tu ejemplo, sea un instrumento de tu paz en el mundo! Que esta oración, nacida del corazón y tejida con la esperanza y el amor que tú nos enseñaste, nos lleve a vivir con mayor intensidad el misterio de tu pasión, muerte y resurrección, y nos haga más conscientes de la presencia de lo divino en lo cotidiano, en cada gesto de amor y en cada acto de servicio hacia nuestros semejantes.
Amén
