La historia de la Basílica de Guadalupe se entrelaza con la rica herencia cultural y religiosa de México. El lugar donde se encuentra la Basílica, el Cerro del Tepeyac, tenía un profundo significado simbólico para los aztecas. Aquí, adoraban a Tonantzin, que en náhuatl significa “Nuestra Madre”, un nombre que agrupaba a varias deidades femeninas importantes para los mexicas, como Coatlicue, Cihuacóatl y Teteoinan. La similitud entre este nombre y el título “Nuestra Señora” utilizado para la Virgen María en el catolicismo sugiere una conexión deliberada para facilitar la conversión de las culturas indígenas al cristianismo.
La tradición católica relata que el 12 de diciembre de 1531, un campesino chichimeca del reino de Texcoco caminaba hacia el mercado de Tlatelolco cuando experimentó un evento extraordinario en el Cerro del Tepeyac. Según la leyenda, la Virgen María se le apareció y le encomendó la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Sin embargo, inicialmente, los prelados no creyeron en su relato, lo que llevó a una serie de apariciones adicionales de la Virgen para convencer a los escépticos.
En una de estas apariciones, la Virgen le pidió al campesino que recogiera unas flores y las llevara al obispo como prueba de su encuentro. El campesino recogió las flores en su tilma (una prenda tradicional de los hombres, de herencia prehispánica), y al presentarlas ante el obispo, se produjo un milagro. En la tilma se reveló una imagen de la Virgen de Guadalupe impresa de forma milagrosa, lo que convenció a la Iglesia de la autenticidad de la aparición mariana.
Convencidos de la autenticidad del evento, la Iglesia Católica procedió a construir un templo en honor a la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac. A lo largo de los siglos, se han erigido cinco edificios religiosos en este lugar sagrado para albergar la devoción a la Virgen de Guadalupe.
En 1950, se realizó una importante remodelación de la plaza que rodea la Basílica, creando lo que se conoce como el Atrio de las Américas. Esta explanada conecta los diferentes edificios religiosos y se ha convertido en un punto de encuentro importante para los peregrinos y visitantes. La plaza también cuenta con una estatua en honor al Papa Juan Pablo II, quien visitó el lugar en varias ocasiones, y un carrillón que añade un toque especial a la atmósfera espiritual del sitio.
La historia del Cerro del Tepeyac y la Basílica de Guadalupe es un testimonio de cómo la fe y la cultura se entrelazan en México, formando un legado de devoción que ha perdurado a lo largo de los siglos y sigue atrayendo a millones de personas de todo el mundo.
Desde la veneración de Tonantzin por los aztecas hasta la milagrosa aparición de la Virgen de Guadalupe en el siglo XVI, este lugar ha sido testigo de un extraordinario encuentro entre culturas y de la unión de dos tradiciones espirituales. La historia del Cerro del Tepeyac y la Basílica de Guadalupe nos recuerda cómo la fe puede unir a las personas y cómo la devoción a la Virgen de Guadalupe sigue siendo una parte integral de la identidad de México.
